La referente del equipo femenino de vóley inauguró un nuevo ciclo de entrevistas en el canal oficial de Youtube. “Boca es mi casa y ninguna camiseta me haría sentir lo mismo”, retrató a poco de cumplir 15 años en el club.
Mariángeles Cossar, “chica del Interior que no toma mate”, suele ilustrar sus frases con una sonrisa impecable, de catálogo, capaz de añadirle humor o quitarle dramatismo a la narración. Así, sonriente, recuerda el episodio de la fallida foto con Riquelme; las charlas en kinesiología con Palermo y los saludos de Bianchi, “un ser superior”, que salía del club escuchando música clásica, mientras delante suyo aceleraba Clemente con la cumbia a todo volumen. Y de la misma forma, sin bajar el ánimo, cuenta que sufre las derrotas como integrante del equipo y, especialmente, como hincha de Boca.
A punto de cambiar de década (cumple 30 el 7 de abril) y con casi 15 años de trayectoria, suma 20 títulos que la posicionan como referente del vóley xeneize y del deporte femenino de la institución. Recibió propuestas para irse, pero eligió quedarse: “Boca es mi casa y ninguna camiseta me haría sentir lo mismo”.
Agradecida de los admiradores y tenaz para discutir con algún detractor, también se destaca por su intensa actividad en las redes sociales. “No estaba en Twitter y tuve que entrar después de perder una apuesta con una compañera de facultad. Ella pensaba que por jugar en Boca y la Selección iba a lograr miles de seguidores. Yo le explicaba que no... Ahora tengo unos cuantos y me parece que las redes pueden ayudar a difundir deportes como el nuestro, además de otras cosas más importantes”, dice Chu, sílaba que la identifica en las pistas del Quinquela y los pasillos de la Bombonera.
El inicio de 2020 fue promisorio para la Traductora Pública ya recibida: volvió a la Selección (“después de las lesiones que había sufrido ni soñaba con una nueva citación, me sorprendió el llamado”) y colaboró para sacar el pasaje a los Juegos de Tokio, donde Argentina cumplirá su segunda participación olímpica.
Guerrera azul y oro, Pantera celeste y blanca, Mariángeles evoca con cariño sus comienzos en Tortugas, provincia de Santa Fe, cerca del límite con Córdoba. En el modesto Unión, su club de origen, el sponsor principal era San Marino, una heladería de la zona. “Me hubiese gustado que hubiera canje, pero la plata se usaba para los viajes. Cualquier partido implicaba salir en micro a la ruta”, señala.
Hoy piensa que el vóley femenino está en condiciones de acercar otros patrocinios, tiene convocatoria y puede aspirar a una profesionalización. Ella es una de las líderes del reclamo. Nunca lo imaginó allá en su pueblo, donde usaba casaca roja y blanca: “Era una tortura -exagera- y trataba de disimularlo con las zapatillas, aunque no combinaran”. Y se ríe, como no podía ser de otro modo. Desde hace rato, por suerte para ella y para Boca, los colores de su uniforme son los del corazón.