En una nueva entrega de Perfiles Xeneizes, el entrenador del vóley femenino de Boca habla de su recorrido en el club, de sus logros con la disciplina y hasta un centro que le tiró a Maradona en una práctica.
Eduardo Allona, a la distancia un look Roberto Mouzo por el andar pausado y la melena entera, responde que todavía puede demostrar sus condiciones como media punta o segundo delantero. Quilmeño, nacido en 1965, la pelota fue el primer juguete como para casi todos los pibes de su generación, pero la de vóley rebotó al lado de una de fútbol y él terminó eligiendo la más chica y liviana. Hubo dos razones decisivas: su asistencia al colegio San Martín de Avellaneda -aún hoy formador de grandes jugadores- y el impulso que tuvo la actividad durante su adolescencia gracias a otra Generación Dorada que, bajo la dirección del coreano Young Wan Sohn, integraban entre otros Conte, Castellani, Kantor, Uriarte, Quiroga, Martínez, Weber…
Allona entró a Boca en 1992 y acá está ahora, en el gimnasio Benito Quinquela Martín donde pasa tantas horas. “Me trajo Alejandro Arconada para que lo acompañara en el vóley femenino. Fui asistente, preparador físico, estadístico, un poco de todo”, recuerda, vestido con la misma marca de ropa que usaba en aquellos lejanos comienzos.
Oscar Tabárez y Carlos Bianchi son sus preferidos entre los técnicos de fútbol que vio trabajar en el club. También se reconoce admirador de Marcelo Bielsa, una referencia para la mayoría de los entrenadores sin distinción de especialidad. Y su anécdota gloriosa involucra a otro DT en funciones: “Maradona había venido a entrenarse al club con Ben Johnson y trajeron hasta paracaídas, que eran toda una novedad, pero hacía falta alguien que le tirara pelotazos a Diego y aparecí yo. Ahí me di cuenta de la responsabilidad y las presiones que tiene un futbolista. Él, por supuesto, ni debe acordarse”.
No lo asombra el creciente protagonismo de la mujer en el deporte: “Mis hijas jugaron al hockey sobre césped, yo trabajo con chicas desde hace tiempo… Sabía que esto iba a ocurrir y más en Boca, donde siempre hubo apoyo para las actividades femeninas”.
¿Cuánto cambió la forma de conducir grupos en estas casi tres décadas? “Uno incorpora cosas, sobre todo a nivel de relación, de empatía con las personas que dirige… No soy el mismo ahora que cuando empecé. Antes era más de enojarme con algunas situaciones, con algunos arbitrajes. Hoy me doy cuenta de la necesidad de mantener la calma para transmitir esa tranquilidad. No sirve agredir al jugador. Hice cursos y observé a otros colegas para aprender”, cuenta Eduardo.
Su larga permanencia en Boca nunca ha sido para él motivo de aburrimiento: “En este club -explica- siempre pasan cosas. E incluso llevando tanto tiempo adentro no dejás de sorprenderte de lo grande que es”.